27 de abril de 2017

A las víctimas de la falta de seguridad en el trabajo...historia de la pérdida que lloraron mis abuelos


"-¿Cuál es tu secreto para llegar así a tu edad, abuelo?-
-¿Mi secreto? Trabajar duro-"

No es la primera vez que escucháis este breve diálogo ¿verdad?
Yo lo he hecho decenas de veces, y no solo lo he comprobado tras la sonrisa pícara de mi abuelo Pedro (pues muchos de nuestros mayores suelen emplear esta respuesta, justo antes de suspirar por el recuerdo). Él siempre me dijo, con la mirada cansada, que su secreto en la vida había sido comenzar a trabajar siendo todavía un niño...pero yo, que desde pequeña tengo la habilidad de adivinar lo que encierra en su alma, nunca le creí. 
Un día, tras observar cómo cambiaba su rostro pasando del más absoluto agotamiento a la máxima alegría cuando salté corriendo a sus brazos tras llegar del trabajo, descubrí que el secreto de mi abuelo no era otro que la felicidad de regresar a casa después de jornadas de 14 horas al sol y rodearse de la hermosa familia a la que ha dado vida y sustento, junto a mi abuela Chari, desde que decidieron darse el sí quiero hace más de 50 años.

De su frente arrugada y cabellos blancos como la nieve extraigo muchas conclusiones: experiencia, cansancio, vida, esfuerzo y sacrificio...también más de un disgusto (precisamente me contaba uno de mis clientes esta semana, que cada cana representa un susto en la vida) y, cómo no, riesgo, estrés y vértigo. También felicidad, la de ver a sus hijas crecer...aunque a mis abuelos les pese en el alma no haber sido testigos de observar cómo lo hacía su único descendiente varón, que a los 23 años se fue dejando hermosos recuerdos, pero un terrible vacío que nadie pudo llenar. 

Las personas (en según qué contextos) son insustituibles y, aunque con el paso del tiempo llegaran de nuevo las voces y risas a casa (con la llegada de los nietos), ninguno pudo nunca parecerse a su hijo Ernesto, tan especial, dicharachero, humilde y talentoso al mismo tiempo.
Hablando de nietos, en el momento del accidente que tuvo lugar allá por el 89 y que dejara al único hijo varón sin vida, ya alguna nieta andaba correteando por los pasillos de su casa. Esta era precisamente quien hoy os habla, que solo tenía dos años cuando el terrible momento sucedió...la mayor y el ojito derecho del patriarca. Sin olvidar a mi Chari, que aunque a estas alturas su memoria siempre le juegue malas pasadas, nunca olvida lo difícil que era desenredarme el pelo y el carácter que los rizos me daban. "Genio y figura", decía.
Hoy vivo con la esperanza de que nunca caigan estas anécdotas en su olvido...que siempre recuerde la madre y abuela coraje que ha sido, y es.

Volviendo a mi querido tío Ernesto, al que siempre mantuve vivo por las historias que me contaban sobre sus motivaciones y aspiraciones en la vida, cuando pienso en lo lejos que habría llegado me faltan peldaños para subirlo a lo más alto...pues es justo ahí, en la cima de la realización personal donde lo imagino. Creativo y buena persona, con pasión y un entusiasmo arrollador...¿hace falta mucho más para llegar a ser quien quieres ser?

Quizás lo sucedido podría haberse evitado. Quizás mis abuelos tendrían unas cuantas canas de menos, mis tías y mi madre sonreirían un poco más, sus amigos y compañeros seguirían teniendo cerquita al mejor consejero del grupo. Quizás, también, yo tendría algunos primos más...y los que tengo podrían haber experimentado la oportunidad de haberlo conocido y abrazado.
Quizás si la piedra de 2 toneladas que, en las alturas, sostenía la grúa que falló justo cuando él se encontraba debajo no se hubiera caído arrasando sus sueños e ilusiones, y las de tantos otros...todo lo anterior hubiera cobrado forma.

Mañana es 28 de abril, día mundial de la seguridad y salud en el trabajo. 
Cierto es que gracias a la labor de entidades como ACESSLA (a cuyo último encuentro en Sevilla tuve la suerte de poder asistir) se está contribuyendo a concienciar sobre la importancia de la prevención de riesgos laborales y avanzar hacia el progreso en esta dirección. Cierto es, también, que aún falta mucho camino por andar para que dejen de existir familias (como la mía) que lloren pérdidas de este tipo.

Hazme caso cuando te digo que los apuntes que te dan en los cursos de prevención de riesgos laborales (sí, esos a los que tu jefe te "obliga" a asistir) son para que te los leas y revises cada vez que dudes cualquier aspecto de tu trabajo.
Hazme caso cuando te pido que te asegures siempre de haber colocado todos los productos o maquinaria en el lugar correcto, y que avises cuando creas que deben pasar revisiones o requieran ser reemplazadas.
Hazme caso cuando te recuerdo que la seguridad y la salud no es solo física. Que la mente es la que nos guía y debemos cuidarla de igual manera. Si eres responsable de gestionar al equipo humano de cualquier empresa, no te olvides de cuidar aspectos psicológicos como el estrés, depresiones, ansiedad...
Hazme caso cuando te digo que, si estás siendo testigo de que alguno de tus compañeros está sometido a acoso laboral, trates de impedirlo por todos los medios a tu alcance.
Escúchame cuando te digo que mañana puede pasarte a ti, o uno de los tuyos.

A todos los guerreros que perdieron la batalla por un riesgo laboral.
A todas las familias que nunca supieron cómo llenar vacíos.
A quienes no perdieron la batalla, pero se ven obligados a permanecer en sillas de ruedas de por vida, han perdido la visión o sido víctimas de otros accidentes.
Esta historia es el pequeño homenaje que, desde TÚ PSIQUE PUEDES, he decidido rendiros.

Buenas noches, equipo.

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